sábado, 7 de junio de 2014

Rompiendo las olas

Título original: Breaking the Waves. Año: 1996. País: Dinamarca. Género: Drama. Director: Lars von Trier. Guionista: Lars von Trier. Intérpretes: Emily Watson, Stellan Skarsgård, Katrin Cartlidge, Jean-Marc Barr, Udo Kier.

Cualquiera que se haya “enfrentado” a una película de Lars von Trier ya conoce de qué pie cojea el polémico director, a los personajes desarraigados que protagonizan sus trabajos y el tono duro y sin concesiones que imprime a sus guiones. Pues bien, todo ello (y más) forma parte de Rompiendo las olas, cuya historia comienza cuando Bess (Emily Watson) decide casarse con Jan (Stellan Skarsgård), un extraño a los ojos de la arcaica comunidad ultrarreligiosa a la que ella pertenece. La alegría dura poco y Jan debe volver a embarcar, lo que disgusta a la joven. Para colmo de males, el director no tarda mucho en dar un vuelco a la trama, disfrutando cual masoquista y poniendo en situaciones límite a sus personajes. Así, Jan sufre un accidente que quebrará la fe (y la cordura) de su amada.


El director danés vuelve a rodar cámara en mano, lo que ayuda a la hora de imprimir un tono más realista (casi de docudrama) a la historia, pero también resulta agotador (en ocasiones casi insoportable). Si bien, el interés de la película se halla tanto en un guión que sabe tocar las teclas necesarias para sorprender como en la buena labor de los actores, entre los que destaca Emily Watson. Ella tiene a su disposición el papel más desconcertante de la función. A veces uno se pregunta si Bess es retrasada, inmensamente inocente (o más bien infantil) o simplemente una loca (véanse sus “charlas” con Dios). La actriz construye toda una colección de tics para dar credibilidad a un personaje que parece abocado a la más exasperante de las sobreactuaciones, pero que Watson domina con sorprendente creatividad y sin demasiadas estridencias. Sin duda ella se encuentra entre lo mejor de la cinta.


“La enfermedad tiene un gran poder”, indica uno de los personajes muy acertadamente. Ello termina resultando el leitmotiv de la película, lo que le da sentido, el conflicto. Además la transforma de convencional drama romántico a drama (duro y cruel durante la mayor parte de su arco central) en el que tienen cabida toda una amalgama de castrados (la propia Bess) y castradores (la sociedad a la que pertenece), de dilemas morales (¿hasta qué punto nos pertenece nuestra vida?), de sentimientos reprimidos y culpabilidades. Lars von Trier nos espeta toda suerte de preguntas y hasta osa finiquitar su obra con un tono cuasi fantástico que contrasta sobremanera con todo lo acontecido durante sus dos primeras horas de metraje. Es durante dicho último, y tremendamente sobrecogedor, acto donde se localiza gran parte de su magnetismo.

Lo mejor: Emily Watson y el desenlace.

Lo peor: La manera de filmar del director me saca a veces de mis casillas (y de la película).

Puntuación: 7/10.

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